Mentir o cambiar de opinión ante lo prometido
Cuando una persona hace lo contrario de lo que ha prometido caben dos justificaciones: porque ha mentido en su promesa o porque ha cambiado de opinión en su cumplimiento.
En el primer caso, “miente el que dice o manifiesta lo contrario de lo que sabe, cree o piensa”; “dice algo que no es cierto con intención de engañar” (RAE). Es un acto censurable, doloso, porque se comete a conciencia, siendo el autor completamente consciente de lo que hace. Es decir, sabía previamente que lo que prometía no lo iba a cumplir, y había premeditado planeando y organizando detenidamente la forma de engañar. Miente, en definitiva, “el que falta a lo prometido” (RAE).
Coloquialmente es un embustero, un falso, un caradura, un descarado, un sinvergüenza.
Al mentiroso es difícil de descubrir porque hay que demostrar que sabía, creía o pensaba que lo que prometía no lo iba a cumplir. No obstante, cualquiera puede pensar que el que no cumple lo prometido es un mentiroso, porque sospeche, desconfíe o se malicie que lo es.
Conozco a muchos políticos que no han cumplido con lo prometido, pero no puedo poner ningún ejemplo de mentiroso, porque no sé a ciencia cierta quién mintió en su promesa al ser consciente previamente de que no la iba a cumplir. Otra cosa es quién creo yo que es un mentiroso.
En el segundo caso, cuando la persona no cumple lo prometido porque ha cambiado de opinión, no entra en juego la premeditación, no lo sabía previamente, no prometía siendo consciente de que no lo iba a cumplir, no había intención de engañar.
Cambia de opinión porque se ha equivocado en la valoración que hizo de la promesa, porque no puede, no quiere o no debe cumplirla, porque ha errado en su idea. No hay intención previa de engañar, es simplemente una equivocación. No cumple lo prometido porque se ha equivocado.
Es el caso de Felipe González o de Alexis Tsipras. Felipe tuvo que convocar un referéndum popular ante su cambio de opinión sobre la permanencia de España en la OTAN, y Tsipras convocó elecciones generales en Grecia siete meses después de haberlas ganado, porque comprendió que no podía cumplir con lo que había prometido en campaña electoral. Fueron torpes, se equivocaron porque no conocían lo que trataban, pero rectificaron a tiempo sabiamente.
El recurso eufemístico de sustituir la “mentira” por el “cambio de opinión” viene siendo muy utilizado por la clase política actual, como queriendo suavizar la acción punible, fraudulenta y engañosa de no cumplir lo prometido. Pero aun aceptando esa disculpa, decía Platón que “el conocimiento es la opinión cierta”, por lo que el que cambia de opinión no tiene conocimiento real de lo que está tratando. Por eso, al que cambia de opinión se le considera vulgarmente torpe, y si cambia mucho, mucho, muy a menudo de opinión, popularmente es un tonto, muy tonto, un melón. Y cuantas más veces cambie más tonto es.
En definitiva, el que miente es un caradura, pero el que cambia mucho de opinión es un tontorrón. Por lo que el que no cumple a menudo lo prometido o es un caradura o es un melón.
Chove, Granada, octubre de 2023