Cuando era niño gustaba de sentarme junto a la ventana para ver llover tras los cristales por el horizonte, y todavía hoy me ilusiona cuando he de salir a realizar mi paseo diario en una mañana de nieve, con un paisaje blanco e inmaculado, de silencio y paz.
Recuerdo con nostalgia cuando mi abuela María y su vecina Remedios rezaban el rosario sentadas al abrigo del brasero de la mesa camilla, con una cruz hecha de sal sobre el hule para protegerse de los truenos, rayos y relámpagos de la tormenta en una de aquellas tardes y noches que llamaban de perros. Aún siento estremecimiento si me concentro en ello.
Desde pequeño he vivido los fenómenos atmosféricos como un misterio, algo tenebroso y oculto, y el “tiempo” ha provocado en mí siempre una gran fascinación, sobre todo la lluvia y la nieve. Nadie puede controlarlos, ni predecir su comportamiento, y su fuerza y poder se muestran a veces terroríficos, pero nadie ni nada podrá hacer que llueva de una forma determinada ni que haga sol, viento o nieve en un día concreto; ahí arriba nadie puede meter mano, como dicen los vecinos cuando los hombres y mujeres del tiempo se equivocan o hace un día malo o de sol inesperado. Sin embargo, nuestra existencia depende de ellos, del sol y del agua de lluvia, de su presencia coordinada y armoniosa que sustenta el milagro de la vida de todos los seres del planeta.
Por eso, cuando mis amigos Gerardo Pérez Avilés y Juan Moraga García me facilitaron copia de los registros de pluviometría desde el año cuarenta y cinco, y Gerardo Santaella Cuevas los de temperatura, no pude resistirme a la tentación de ponerme a hacer cuentas para darle un poco de sentido a aquel amasijo de números. Era cuestión de echarle horas de trabajo haciendo análisis y reflexionando sobre los datos obtenidos para conseguir mayor información de las anotaciones diarias.
Me planteé una serie de preguntas e hice un esquema de trabajo, y con la ayuda de mi amigo el matemático Don Fernando Giménez Gallego, que ha colaborado en la realización de los gráficos, he confeccionado el presente estudio.
A estos amigos y compañeros les agradezco desde estas líneas su confianza y colaboración.
No se trata de un estudio o investigación científica, sino de un trabajo sencillo de análisis y reflexión, a mi entender interesante y atractivo, de los datos estadísticos obtenidos de temperaturas y precipitaciones en Montefrío. ¿Llueve ahora lo mismo que antes, que hace unos años?; ¿cae la misma cantidad de agua y lo hace de la misma manera?; ¿hace el mismo frío o calor en invierno y verano?; ¿hacemos un uso correcto del agua disponible? A preguntas tan sencillas como éstas y a otras como éstas, a las que todo el mundo tiene una respuesta, se pretende aportar una reflexión tras la información objetiva obtenida de la ordenación y estadística de los datos.
Podemos adelantar que según el resultado del presente análisis se mantienen en general las mismas características de nuestra climatología y, por tanto, llueve la misma cantidad de agua que hace cuarenta y cinco años -cosa lógica y conocida por todos-, y disfrutamos o padecemos en general de la misma temperatura. Pero no llueve de la misma forma que lo hacía antes. Con el paso de los años, cada vez se presentan más meses sin precipitaciones y hay menos días de lluvia, y el uso que hacemos del agua recibida en esta sociedad llamada del bienestar es incontrolado e inadecuado.
Buenos Dias:
Soy Jose Antonio Ruiz-Rico Diez, mi familia paterna es oriunda de Montefrio y de hecho yo soy propietario por herencia de una pequeña finca en Montefrio,(Cortijillo de Murri o del Alamillo). estoy intentando hacerme con una pequeña biblioteca sobre temas y noticias de Montefrio y por eso me interesaria saber donde puedo adquirir los libros sobre temperatura y pluviometria y el de Historia y vida de los años 50 y 60.
Muchas gracias por anticipado
Un cordial saludo