El día 27 de febrero Montefrío dijo adiós a un personaje singular de su pueblo. Y digo bien, Montefrío, porque los vecinos del pueblo abarrotaron la Iglesia de La Encarnación y le acompañaron hasta el cementerio. Una riada humana ha transitado por el tanatorio para mostrar sus condolencias a la familia. Cristóbal Pedregosa Ávila era conocido y querido por todo el mundo por su profesión y por su forma de vida. Inició su último viaje sin despedirse, sorprendiéndonos a todos, como acostumbraba a sorprendernos con todas sus cosas.
Empezó a trabajar desde que era un niño y se fue trabajando para sus hijos, como solía trabajar por todos los hijos del mundo. Era una magnífica persona, querida por todos. Su generosidad y solidaridad sin límites le hacía estar siempre a disposición de los demás; nunca se quejaba ni mostraba fatiga. Su sensibilidad y preocupación por los más desfavorecidos le aproximó a la política, a la política básica, de a pié, llegando a ser un referente orgánico e institucional socialista de Montefrío. Filántropo por excelencia, colaboraba con el Ayuntamiento, con la Iglesia, con la Música, con la Rondalla, con todo el que se lo pidiese y aún sin pedírselo; organizaba campañas para ayudar a los países que sufriesen algún tipo de catástrofe o calamidad, al tercer mundo, a cualquier rincón de la tierra que tuviera necesidad; participaba en concursos con su gran capacidad creativa para con los premios obtenidos socorrer a los necesitados; era el pilar básico de las fiestas populares y de su barrio: Carnaval, Candelaria, Navidad; la puerta de su casa siempre estaba abierta para la solidaridad con los niños saharauis, bielorrusos, hispanoamericanos, etc.
Su amor y profundo respeto por la naturaleza le permitía vivir plenamente integrado en ella; conocía la flora y fauna del pueblo como un verdadero experto y vivía en la sierra del Hachuelo junto a ella libre como un pajarillo.
“Pilonchas”, así era conocido por todos, tenía un conocimiento y una mano para la cocina casera y popular que ponía a disposición de todo el que se lo pidiera elaborando unos platos de sabor y exquisitez incomparables e inolvidables.
Era una persona muy inteligente, un catedrático de la vida, una enciclopedia humana a la que muchos acudíamos para referenciar y documentar nuestros trabajos. Ahora nos ha dejado solos, desamparados, angustiados y abatidos por la pena; pero si grande es nuestro dolor, mayor es nuestra satisfacción y orgullo de haber disfrutado de su compañía durante sesenta y ocho años.
Montefrío echará de menos a Cristóbal “Pilonchas” y lo añorará durante mucho tiempo. Por eso permanecerá con nosotros, porque la muerte sólo llega con el olvido, y nosotros vamos a tenerlo siempre en nuestra mente y nuestro corazón.
Fdo. José Guzmán Flores. Un amigo.
Febrero de 2009