Consideraciones en torno al Independentismo
Como consideración previa, estoy convencido de que hoy por hoy ningún dirigente ni partido político nacionalista pretende la independencia de su territorio.
Íñigo Urkullu, candidato del PNV a lehendakari, lo ha manifestado así explícitamente, y hasta ahora no ha utilizado esta reivindicación en la campaña electoral; mantiene su estrategia de futuro oculta. Ha manifestado “que tiene los pies en el suelo y que ahora toca economía”.
Artur Mas, sin embargo, ha hecho de esta aspiración su bandera, pero tampoco ha expuesto el tema sobre la mesa en los foros y lugares en los que hay que hacerlo; por ejemplo, cuando se entrevistó recientemente con el presidente del gobierno o en la conferencia de presidentes autonómicos. En declaraciones públicas, Mas ha dicho que no hará nada que esté fuera de la ley, y que para poner en marcha el proceso de secesión se precisa de una mayoría holgada de votos, no una mayoría del cincuenta y uno por ciento, sino un porcentaje mayor –y esto sabe perfectamente que no lo tiene-. Pero no se atreve a concretar un número determinado, en su opinión, por si acaso. Sabe perfectamente que no es el momento de plantear en serio la independencia de Cataluña. Entonces, ¿por qué convoca movilizaciones y habla de ella coincidiendo con la grave situación económica en la que vive España?. La respuesta no es otra que por puro interés personal y de partido. Él es plenamente consciente del daño que está infligiendo a nuestra credibilidad internacional. Su comportamiento se puede tildar sin temor a la equivocación de interesado, sumamente egoísta y de irresponsabilidad superlativa.
Artur Mas, por una parte, pretende solapar su mala gestión política y económica en Cataluña bajo la tiniebla del independentismo; obtener con esta iniciativa rédito electoral y votos para su candidatura –no obstante, hay que esperar a conocer los resultados del escrutinio-. De principio, ha conseguido desviar la atención de su negativa gestión de gobierno hacia el tema independentista. Con la mentira y la demagogia de decir que los andaluces y el resto de España se llevan el dinero de los catalanes es muy fácil conseguir la voluntad de unos ciudadanos desesperados por la crisis, pero las consecuencias de ese comportamiento son de una gravedad incalculable.
Y por otra, lo de siempre, obtener del gobierno prebendas económicas directas o implícitas en la transferencia de mayores cotas de autonomía. Es una estrategia ésta conocida por todos y cansina por lo repetido de su utilización, a la que hay que poner fin de una vez por todas.
Una vez expuesta esta consideración previa, creo en primer lugar que se tiene que proceder cuanto antes a cerrar definitivamente el proceso constituyente en lo que se refiere a la Organización Territorial del Estado, al desarrollo autonómico, al proceso descentralizador de España, al título VIII de la Constitución Española. El Gobierno, los partidos políticos, las organizaciones sindicales y las entidades económicas y sociales deben establecer un compromiso con un calendario en el que se plasmen las negociaciones a realizar para la consecución de acuerdos en este sentido. Hay que poner techo y fin al proceso de transferencias de competencias territoriales. Por supuesto, atribuyéndole a cada comunidad el nivel de autogobierno y autonomía que en justicia crean que le corresponde, como hasta ahora se viene haciendo. Con un modelo de organización territorial federal o de mayor autogobierno y descentralización de las comunidades, pero dejando claro que una vez hecho esto, hasta aquí se ha llegado, que ya no se puede avanzar más.
En el acta de acuerdos se debe incluir también y de forma explícita el compromiso de respeto y cumplimiento de los contenidos consensuados por parte de todos y cada uno de los participantes y firmantes.
Una vez alcanzados dichos acuerdos por los líderes representantes, estos deberán ser refrendados por sus respectivas bases y posteriormente sometidos a la consideración y opinión de todos los ciudadanos, para su aprobación en referéndum de toda la ciudadanía. Y de conseguir la conformidad de los ciudadanos, se da por concluido el capítulo constitucional de la vertebración de España y ya no se vuelve a hablar más del asunto.
En segundo lugar, y una vez obtenido el beneplácito de todos los españoles a la propuesta consultiva, igualmente han de comprometerse las instituciones gubernamentales de todos los ámbitos territoriales y todas las fuerzas políticas y sociales representativas a poner en marcha políticas de concienciación de la ciudadanía en el sentimiento de pertenencia a un Estado- Nación que se llama España, con su himno y bandera, igual al del propio de cada territorio; como EEUU o Alemania, por poner dos ejemplos. Soy consciente del pensamiento y opinión que provocará en algunos las manifestaciones anteriormente expuestas; ello es producto de la ambigüedad en la que hemos evolucionado en el concepto de país tras la transición. La indefinición de identidad y sentimiento claro como ciudadanos pertenecientes al estado español, con sus símbolos, unido a la apropiación y utilización partidaria de estos últimos por la derecha desde la transición, ha provocado una especie de complejo e incomodidad ante todo lo que significa el concepto España en las personas de izquierdas y de todos aquellos que simpatizan con el pensamiento progresista en general. Pero esta es la realidad presente y se pretende que futura por el bien de todos, la de que además de pertenecer a un pueblo, a una provincia y a una comunidad, con mayor o menor sentimiento de pasión, también pertenecemos a un Estado-Nación que se llama España, y que la representan unos símbolos determinados. Y que cuanto más unidos estemos en torno a ella mayor será nuestra fuerza y poder, porque solos se camina más rápido, pero juntos se llega más lejos, y así se deberá proceder igualmente con respecto a Europa, porque cuanto más grandes seamos mayor será nuestro poder, seguridad y bienestar. Todo lo contrario de lo que pretenden aquéllos que por su egoísmo y protagonismo anteponen la individualidad y la insolidaridad a la causa común.
Igualmente soy sabedor de las dificultades que todo este proceso entraña, de que más de uno tratará de impedir y boicotear los posibles acuerdos, pero cuanta mayor dificultad mayor será la fuerza y consolidación de los resultados. Las dudas y dificultades no deben impedir una iniciativa, uno o varios intentos, si verdaderamente estamos convencidos, como debemos estarlo, de que hay que empezar a andar, de que hay que poner en marcha algún proyecto que ponga fin a la indefinición e inseguridad que supone el continuar caminando desorientados y sin rumbo determinado.
Y para los agoreros y pesimistas me permito recordarles la valentía y acierto de Santiago Carrillo, recientemente fallecido, cuando en su primera comparecencia pública tras su regreso del exilio, exhibió ostentosamente la bandera roja y gualda junto a la roja con la hoz y el martillo del PCE, lo que significó una manifestación clara de su compromiso de asunción y lealtad a un proyecto común, que nos ha permitido gozar del período más largo de paz y libertad de la historia de nuestro país, España.
José Guzmán Flores, octubre de 2012.