Y ahora qué

Y ahora qué

En febrero pasado me preguntaba qué pretendía Sánchez. Hoy, después de los graves avatares vividos desde esas fechas, sigo sin descubrir el objetivo de su estrategia política, y más bien me inclino por concluir que no tiene más pretensión que la de mantenerse en el poder; ese parece su objetivo principal.  Yo, que soy siempre de naturaleza optimista, estoy llegando a preocuparme por la deriva que está tomando la situación política en España. Sánchez está demostrando que no gestiona bien los asuntos de Estado; cada vez estamos más enfangados y liados y con menores posibilidades de salir del estancamiento. Por desgracia, y porque nosotros nos lo hemos buscado, no hay verdadero interés ni capacidad política en general para afrontar los serios peligros que acechan al país, como el independentismo y el extremismo, cuanto menos para pensar en la economía, empleo, educación, salud, pensiones, jubilaciones, etc.

El fiasco electoral ha dejado en el horizonte un panorama desolador: el PSOE tiene menos credibilidad y fuerza, Ciudadanos está prácticamente derrotado, Podemos ha retrocedido significativamente y ha quedado dividido, el PP está maniatado por VOX, el centro político se debilita en favor del radicalismo y España sale más enfrentada. Sin embargo, la amenaza de la amalgama independentista y del extremismo han mejorado sus posiciones y recobrado poder, y eso sí que es un serio peligro.

Cada vez hay más candidaturas en el parlamento nacional. Dieciséis han obtenido actas de diputados en estas elecciones, de las que tan solo seis son de ámbito nacional (PSOE, PP, VOX, UP, CS y MP), las diez restantes son de corte regional o provincial. La veda se ha abierto para ver quién saca más bocado. ¿Cómo se puede gobernar un país con un arco parlamentario que está más pendiente de obtener cacho para su tierra que del interés general? ¿Quién se dedica realmente al gobierno de España? Entre los unos que solo pretenden la ascua para su sardina y los otros pendientes del repartimiento de las ascuas, nos estamos quedando sin fuego.

Estas elecciones han empeorado claramente la situación. Un dirigente con visión y responsabilidad de Estado debe tomar decisiones en provecho de su país aunque ello le pueda suponer perjuicio político personal o de partido; la ciudadanía sabrá reconocérselo en el futuro. Pero Sánchez y sus adláteres, que no ven más allá de la inmediatez de sus intereses, han llevado irresponsablemente a los ciudadanos a unas nuevas elecciones, haciendo a estos responsables de su incompetencia, para concluir en una situación peor de la que estaban y conducirlos a un callejón sin salida. Pretendían que los ciudadanos les resolvieran la situación cambiando de opinión y voto, pero estos se lo han puesto más difícil.

¿Y ahora qué, quién soluciona esto? La verdad es que nadie sabe con garantía de acierto futuro cuál es la mejor solución, pero difícilmente Sánchez ni los demás, a la vista de los hechos, nos podrán sacar exitosamente del atolladero en el que nos han metido. La gente quiere simplemente soluciones, que se gestionen bien sus intereses y que los dejen vivir su vida con tranquilidad.

Cuando escribo estas líneas me entero de que Sánchez e Iglesias han llegado a un preacuerdo en tiempo récord, aunque todavía faltan muchos cabos por atar, y me vienen a la memoria las amplias argumentaciones dadas por Sánchez para justificar su negativa al acuerdo con Podemos (sueño, capacidad, experiencia, dos gobiernos, ideario territorial, etc.). “Si usted me obliga a elegir entre ser presidente del Gobierno o bien optar por mis convicciones, yo no tengo ninguna duda, elijo mis convicciones, elijo proteger a España”, “un pacto con Podemos traerá más pobreza y desigualdad”, decía entre otras cosas el presidente en funciones. ¿Dónde están sus convicciones? Si lo que decía entonces era mentira nos ha llevado deliberada e irresponsablemente a unas nuevas elecciones y al presente fracaso, pero si lo creía y decía la verdad (hipótesis más probable porque no lo ha desmentido), nos está llevando premeditada y conscientemente a la desprotección, pobreza y desigualdad. En cualquier caso, ¿cuándo decía la verdad?  ¿Quién lo va a creer en el futuro? Alguien que miente descaradamente, roba o provoca conscientemente un daño a sus representados no es digno de presidir ni una comunidad de vecinos.

La ciudadanía no debería ser tan permisiva con sus políticos pasando por alto cada vez más la falta de valores, dignidad, honestidad, honradez, palabra y compromiso de estos. ¿Qué sociedad estamos construyendo para nosotros y nuestros hijos? ¿Hasta dónde vamos a llegar? Y el PSOE no debería consentir que se desfigure más su trayectoria histórica, aquellos “cien años de honradez”. Debemos exigirle a Sánchez que se aparte y deje paso a otro compañero de credibilidad y valía, que los hay, para retomar la senda de la responsabilidad y dignidad de la que siempre hemos hecho gala.

 

Chove, Granada, noviembre de 2019

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