La DANA, los presupuestos y los políticos

Como diría un estoico, no se pueden evitar muchas de los fenómenos naturales que provoca la naturaleza, como la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), pues estos son imprevisibles e incontrolables, pero sí prevenir, controlar y atender sus consecuencias catastróficas. En cualquier caso, una desgracia natural siempre provoca víctimas y perjudicados, lo que implica ineludiblemente también culpables. En esta línea de pensamiento, supongo que todo lo ocurrido ha sido debido a error, inexperiencia e ineptitud de los políticos, por lo que voy a comentar y valorar los hechos, los comportamientos observados y conocidos a través de los medios de comunicación.

Como primer diagnóstico, considero que el principal responsable en la nefasta prevención y atención de la catástrofe meteorológica es el Gobierno de la Comunidad Valenciana y su presidente Carlos Mazón.

Mazón no puede eludir su máxima incumbencia al no activar el sistema de alertas y no actuar como debiera haber actuado la primera autoridad de la Comunidad Valenciana. Y él sabe bien esto, porque en 2022 reprochó y criticó al anterior presidente Ximo Puig por no haber alertado de un peligro que, en cuanto a gravedad y consecuencias, no tiene parangón con lo sucedido ahora en Valencia. «La máxima responsabilidad, según el plan de emergencias de la Comunidad Valenciana, la tiene la Generalitat Valenciana», «¿Qué pasa con las responsabilidades políticas?», dijo entonces Mazón. Ahora, seguro que recuerda sus palabras, pero le importan un bledo su incoherencia y su irresponsabilidad política.

Pero Mazón y su Gobierno no son los únicos, y yo, como socialista, voy a centrarme también en la valoración y critica de los míos, del Gobierno de España y de su presidente, como segundos responsables.

En general, la irresponsabilidad de todos es manifiesta, pues los políticos deberían ser conscientes de sus limitaciones y su incompetencia para algunos menesteres, y dejar que los técnicos y personal adecuado administrasen estas situaciones.

El Gobierno de España y su presidente Pedro Sánchez, al comprobar la inacción e incapacidad del Gobierno de la Generalidad Valenciana, debieron reaccionar inmediatamente a la desgracia interviniendo de oficio, inmediatamente, declarando el estado de emergencia nacional, para atender y ayudar con los adecuados e importantes recursos de que dispone el Estado, y no esperar a que aquel lo solicitara. Dicen algunos que la reacción tardía de Sánchez obedecía a la estrategia política de dejar que la bomba le explotara en las manos al PP, y que, al desmadrarse la situación, esta le ha explotado también al PSOE. Yo no quiero creer tanta maldad y torpeza, y lo circunscribo simplemente a un error de previsión y cálculo, e ineptitud. 

Posteriormente, si ahora el Estado tampoco dispone de los recursos presupuestarios necesarios para responder al desastre, el único responsable de ello sí es Pedro Sánchez. Porque Sánchez, como presidente del gobierno de España, debe contar con unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) aprobados cada año, para responder ante las necesidades del país y de los imprevistos. Él mismo lo dijo: “un gobierno sin presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina”. Por tanto, este gobierno se está mostrando inútil, no funciona, no sirve. Y visto lo visto ante la DANA, es como un coche sin gasolina, sin frenos y sin conductor.

Ahora, cuando ya no hay remedio, cuando estamos terminando el ejercicio 2024 con los presupuestos prorrogados de 2023 y no se han presentado todavía los de 2025, cuando más falta hacen, no puede pretender Sánchez culpar a otros y aprovechar el desastre de manera interesada, criticando y chantajeando a los grupos políticos y presionándolos para la aprobación de dichos presupuestos, y conseguir con ello solidez para la legislatura, supervivencia política que es lo único que parece que le interesa.

Lo del coche sin gasolina, en alusión a la falta de presupuestos, lo dijo Sánchez para criticar a Rajoy por esta razón, pero cuando le ha tocado a él, cuando es él el que no puede aprobar los presupuestos, donde dijo digo dice Diego. Ahora, “Los de 2023 son nuestros Presupuestos”, “los prorrogados ofrecen ya recursos suficientes”, “se puede avanzar en la agenda sin necesidad del concurso del Poder Legislativo”; ahora, los presupuestos prorrogados «son buenos», «recogen las prioridades sociales del gobierno»; ahora, “se pueden salvar algunas medidas mediante reales decretos o proposiciones de ley”; ahora, «no tener otros presupuestos no sería ningún drama ni un obstáculo para la legislatura». ¿Abrase visto mayor desfachatez?

Independientemente de la necesidad sine qua non para que España funcione, los PGE son un mandato constitucional, no es un consejo ni una recomendación, sino una obligación, como lo dispone en su artículo 134.3: «El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior».

Pero después de todo lo visto, después de tantas y tantas hechas, ¿a quién le puede extrañar un engaño más, un “cambio de opinión” más? Errare humanum est; perseverare autem diabolicum, sentenció Séneca. La ciudadanía ya está arregostada a tanta falsedad y mentira. Pero no debería hacerlo, porque los damnificados por estas conductas somos todos, y la dignidad, el respeto y la atención al ciudadano debe prevalecer, ante todo. Porque un ciudadano responsable y digno debería haber puesto remedio a las primeras de cambio. 

En cuanto al comentario de la visita de las autoridades al lugar de los hechos, las imágenes no pueden ser más esclarecedoras, más descriptivas de la realidad que nos compete. Yo, que no soy monárquico, creo que el comportamiento del rey ha afianzado la monarquía. Su intervención como hombre de Estado, su determinación, firmeza, valentía y aplomo ante las comprensibles, aunque injustificadas por peligrosas, protestas de los vecinos, sin ningún gesto de miedo (cuerpo siempre erguido, cabeza alta, ojos abiertos, cara relajada, brazos caídos, etc.) han logrado la estabilidad de la monarquía para muchos años. El rey se mantuvo en el barro junto a los vecinos como uno más, arriesgándose a recibir cualquier impacto, charlando con ellos, mostrándoles comprensión, abrazándolos y prometiéndoles ayuda y esperanza.

Mazón se escondía nervioso e inquieto parapetado tras el rey, con posturas y gestos de pavor, demostrando su culpabilidad injustificada, como reaccionan los niños tras una fechoría. Pero se mantuvo también en el lodazal ante el peligro. 

En contraste, el presidente Sánchez huía con el rabo entre las piernas para ponerse rápidamente a salvo, dejando tirado al rey, sin mediar palabra y con la cabeza gacha, no por vergüenza o humillación, sino por miedo a recibir un golpe o puñado de barro, como cuando esperas recibir una colleja por tu mala conducta. Una imagen de mediocridad y pobreza política indescriptible, de segunda categoría, vejatoria, de dimisión inminente.

Cuando lo pienso detenidamente me pregunto, ¿pero en qué manos estamos? Con lo ocurrido en Valencia, el comportamiento de nuestros políticos me da miedo, es una muestra de lo que pudiera ocurrir en el caso, Dios no lo quiera, de un cataclismo o una calamidad nacional. El Estado ha dado muestras fehacientes de debilidad en su representación política. Politiquillos incapaces e irresponsables que solo piensan en ellos y en sus intereses.

Por eso no comprendo por qué no han dimitido inmediatamente, cómo se puede dejar administrar la reconstrucción a los causantes de la desgracia. Siguen ahí porque saben que no pasa nada.

Una sociedad que no asuma su responsabilidad exigiendo el cese inmediato de los políticos ante comportamientos como los presentes, no es una sociedad madura ni culta ni civilizada ni de categoría. Así nos va.

Siento pena por lo que estarán pasando mis compañeros fieles al secretario general y presidente del Gobierno, que no a Sánchez. Estoy seguro de que cada noche, en ese momento íntimo de reflexión y contrición, dirán lo que el gitano vendiendo su caballo pingón en la feria de ganado del pueblo: “¡cabaaallo, y que tenga que decir yo que eres bueno!”

Chove, noviembre de 2024