Hoy, nueve de marzo, he sido abuelo por primera vez; ha venido a engrosar la familia una niña impecable nacida de un parto perfecto de mi hija.
En las horas previas a su alumbramiento, cuando todavía somos los mismos, esperamos con ansiedad su llegada en la sala de dilatación. En la habitación sólo se oye a través del monitor el palpitar de su minúsculo corazón a una velocidad de vértigo. Cada latido, seguro y enérgico, anuncia su urgencia con un ritmo perfecto, acompasado, y un sonido limpio y mantenido que, a la par, parece querer tranquilizar a su madre y a los presentes. En el silencio interrumpido por esa dulce y serena melodía yo reflexiono sobre el milagro de la vida, que dentro de un momento seremos uno más. Pienso en ese corazón que se oye con fuerza, que funciona como una máquina anunciando su llegada y que no dejará de trabajar para darle toda su vida a mi nieta.
Es un tiempo precioso y satisfactorio el de la espera para la reflexión. Me permito dejar libre la imaginación para regodearme prestando atención a cosas básicas, vitales, como por ejemplo el corazón, ese órgano de nuestro cuerpo al que ahora, herido, prestamos tanta atención y cuidado.
Creemos conocerlo casi todo sobre el corazón, pero en realidad lo conocemos muy poco. Sí, sabemos que es una doble bomba que pesa unos trescientos gramos y que impulsa la sangre por todo nuestro organismo; que de él dependen todos los demás órganos, como el cerebro, los pulmones, los músculos, los riñones, el hígado, etc. y que por eso le llaman el órgano de la vida. Pero ¿nos hemos parado a meditar en que este motor comienza a funcionar desde la cuarta semana de gestación de la persona y no deja de hacerlo hasta su muerte?. Y con unas válvulas en su interior que cierran y abren permanentemente, con la resistencia precisa, la sincronización y coordinación exactas para dejar pasar el flujo o no dejar que pase ni una gota cuando sea menester; ¡qué maravilla de motor y de válvulas!.
Cerremos los ojos y concentrémonos por un momento: un motor que no para ni de día ni de noche durante más de ochenta años, a veces más de cien, en cualquier estado y situación personal: despiertos o mientras dormimos, con frío o con calor, riendo o llorando, trabajando o descansando, con estrés, con preocupación, con ansiedad, etc. ¡Extraordinario! ¿Alguien tiene conocimiento de algún otro motor fabricado por el hombre parecido a éste?: avión, coche, lavadora, frigorífico, etc. Y no para ni un segundo para descansar; bueno, el mío lo pararon intencionadamente durante unas horas para poder trabajar sobre él, pero una vez reparado lo volvieron a poner en funcionamiento, y hasta hoy. ¿Es esto normal?. Cuando me dijo el Dr. Iriarte que tenía las coronarias cerradas al noventa por ciento, tras mi sorpresa, reaccioné con una pregunta directa: ¿cómo es esto posible si este verano hice la ruta de senderismo desde Prado Llano hasta Cáñar, cruzando Sierra Nevada por el pico y refugio “Elorrieta”, y no sentí nada anormal, permaneciendo siempre en el grupo de cabeza?. Para que vea usted, me contestó, lo servicial y agradecido que es el corazón, que ha estado realizando su función con normalidad sin recibir su adecuado suministro y sin quejarse, hasta que no ha podido más.
Es una máquina que se adapta automáticamente a nuestra situación física y psíquica, a nuestro estado de ánimo, trabajando más rápido o más lento, con mayor o menor fuerza, según la necesidad del organismo; en perfecta sintonía con nuestras emociones y sentimientos. ¿Sabe alguien de otra tan perfecta?
Algunos científicos piensan que puede estar emocionalmente conectado con el cerebro, pues de todos es conocido los riesgos que corre el corazón ante el sufrimiento por algún choque emocional, como el accidente o la muerte de un ser querido. Cuando sentimos ansiedad, angustia, miedo, etc., el corazón modifica su ritmo de bombeo, y cuando nos sentimos relajados, felices y contentos imprime otro ritmo, parecido al de una onda sonora musical. Son muchos los que pretenden descifrar los misterios de este órgano vital, su inteligencia emocional, y le atribuyen una red neurológica central propia a la que denominan el pequeño cerebro del corazón.
Antiguamente, el corazón era considerado como el órgano individual más importante del ser humano; para los griegos era el centro de la inteligencia y de la vida; el corazón estaba íntimamente relacionado con el alma.
Las religiones ven al corazón como una puerta a la sabiduría más profunda. La biblia nos invita a hablar de la sabiduría del corazón y nos dice que es el corazón el que regula las acciones. En él se asienta la vida psíquica de la persona, la vida afectiva, y a él se le atribuye la alegría, la tristeza, el valor, el desánimo, la emoción y el odio. Es la sede de la vida intelectual y el centro de la vida moral.
En cualquier caso, físicamente es un motor capaz de llevar la sangre por miles de kilómetros de tuberías, unas más gordas y otras más delgadas, con una precisión asombrosa en la coordinación de su movimiento de contracción y distensión para recibir y enviar la sangre por nuestro cuerpo; ¡algo asombroso!. ¿Existirá algún motor de extracción y elevación de agua capaz de llevarla tan lejos, alguna máquina tan sofisticada?.
Un motor que pasa ignorado durante años, muchos toda la vida, sin que le prestemos la más mínima atención ni agradecimiento, ni siquiera el menor reconocimiento, y él sigue su cometido con ritmo y música suave, desapercibido, humilde, como si no quisiese molestar.
Y cuando se da a conocer y llama nuestra atención, en muchos casos nunca, pero en la actualidad cada vez con mayor frecuencia y a más temprana edad, es porque no resiste nuestro desinterés, nuestra falta de colaboración e incluso nuestra obstaculización. Generalmente, las irregularidades que manifiesta, las averías que sufre, no son inherentes a su constitución sino que son provocadas por la situación lamentable y de dificultad al que lo sometemos en su trabajo. Este es el caso, tan general, por cierto, de las anginas e infartos provocados por las estenosis o estrechamientos de las coronarias. Estas enfermedades llamadas del corazón no son propias de él, que no le queda más remedio que fallar al no llegarle el suministro; son un defecto de las arterias coronarias, pero no del corazón. ¿Funciona un motor cualquiera sin fuente de alimentación, si no le llega corriente eléctrica, gasoil o gasolina?. Incluso en este caso concreto de estenosis en las arterias, se da con mucha frecuencia el prodigio de que el propio corazón busca una vía de abastecimiento alternativo antes de que se corte la que viene utilizando, como ocurre con los bypass coronarios naturales. Es decir, el propio motor procura su arreglo antes de que se produzca la avería. ¿Es esto normal, ocurre algo parecido con cualquier otra máquina?
El objetivo de la medicina regenerativa es crear un corazón nuevo. La investigación científica está en el intento de crear un corazón sintético o utilizar órganos o partes envejecidas o enfermas para regenerarlas a través de sus propias células. ¿Se logrará algún día sustituir efectivamente al natural?
¡Cuánto enigma oculta este pequeño y prudente órgano! Cuando me concentro en estas reflexiones es inevitable pensar en atribuirle caracteres sobrenaturales, a pesar de que todos estos fenómenos en su funcionamiento tengan una explicación científica.
¡Ha llegado la hora de volver a la realidad actual!, la matrona nos anuncia que mi nieta no aguanta más la espera, que quiere ocupar su puesto y jugar su papel con todas sus consecuencias en esta familia.
¡Bienvenida seas, María Eugenia!
José Guzmán Flores. Chove. Marzo de 2013. Para la revista Vivir con Corazón.