Un Viernes Santo en Encinas Reales

La salida de María Santísima de la Soledad de la iglesia de Encinas Reales (Córdoba) al son de La Madrugá de Abel Moreno, interpretada por la Banda de Música de Montefrío, fue espectacular.
Sin títuloMereció la pena el viaje, a pesar del regreso de lluvia y niebla, y me alegré muchísimo de haber ido, porque momentos mágicos como ese se dan en determinadas ocasiones, muy pocas, y hay que tener la suerte de estar allí para disfrutarlos. No hace falta que duren mucho tiempo, sólo unos minutos, un instante, todo lo demás puede incluso ser superfluo, porque esos minutos, ese instante, bastan para gozar del impacto que provoca una manifestación artística. Sin títuloPorque aquello fue arte en su pura esencia, arte que penetraba por todos los sentidos, y la conjunción de todos ellos a un tiempo hizo estremecer nuestros cuerpos. La Banda expresó el mensaje musical de Moreno con una delicadeza, sensibilidad, cariño, afinación, limpieza de ejecución, cuidado de matices y armonía de conjunto que conmovió a los allí presentes, perfecto. La preciosa imagen de La Soledad, una talla policromada en madera de caoba, obra del imaginero egabrense D. Salvador Guzmán Moral, sobre trono de alpaca plateada de dos cuerpos y faldones bordados en terciopelo granate, salía serena, tranquila, deslumbrante, y portada con elegancia y buen paso por una cuadrilla de 24 costaleros. Del extraordinario silencio y respeto de los vecinos y hermanos allí congregados, a pesar del mal tiempo, emergían los conmovedores acordes musicales acompasados por el arrastre de los pies de los costaleros, concentrados éstos en la sobresaliente y única voz ejecutiva del seguro capataz. Sin títuloTodo ello, acompañado del aroma de las flores y del contraste de luces y colores en el atardecer del limpio parque en el que se encontraba la pequeña y bonita iglesia Parroquial, de estilo neoclásico, Nuestra Señora de la Expectación. Fue un instante, una chispa, así es el arte, una emoción esporádica que te sublima, te arrebata, te electriza todo el cuerpo. El resto de la procesión fue como casi todas en este año, pasado por agua, pero aquella salida compensó con creces las dificultades haciéndola inigualable, algo extraordinario. El año que viene volveré por si se repite ese momento mágico.

Chove, marzo de 2013

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