¿Qué está pasando en el PSOE?
El espacio que dejó libre Rubalcaba con su marcha de la secretaría general del PSOE no se ha ocupado con propiedad y seguridad. En los tres meses transcurridos desde la elección de Pedro Sánchez como nuevo secretario no han parado de cuestionarle su liderazgo y de ponerle piedras en el camino. El asalto a Ferraz liderado por destacados barones y baronesas del partido parecía y sigue pareciendo próximo. Puede que, en un intento de salvar la plaza abortando dicha incursión, Pedro Sánchez haya dado un golpe de mano disolviendo la poderosa federación madrileña, que serviría de cabeza de puente para las federaciones rebeldes en su asalto definitivo. ¿Lo habrá conseguido? ¿Habrá logrado interceptar los túneles de Despeñaperros? El tiempo lo dirá, pero, por el momento, ha asestado una buena andanada en toda la línea de flotación.
Pero todas estas pugnas y guerras de poder internas no son más que la muestra de que la verdadera causa del mal del PSOE viene de más atrás. En mi círculo tertuliano recordarán mi argumentación insistente, casi cansina, que destacaba el mal que le estaba causando el ex secretario general Zapatero a la organización. Un perjuicio que yo valoraba mayor que el que le estaba ocasionando al país en su desacierto con el reconocimiento y gestión de la crisis.
Zapatero instauró un estilo de gobernanza basado en rodearse de gente mediocre que no le cuestionara sus ideas ni liderazgo, y ese estilo, ese talante o estrategia, se fue propagándose a toda la estructura piramidal del partido, a todos los ámbitos de la organización dando como resultado la realidad actual: dirigentes mediocres, incompetentes, sin un nivel apropiado de capacidad para asumir la alta responsabilidad de gestionar los intereses comunes de la sociedad afectada, militantes, ciudadanos de los distintos ámbitos territoriales, etc. Y lo que es peor, el partido ha ido descabezándose de manera progresiva quedando huérfano de personajes brillantes, inteligentes y valiosos que puedan conducir con acierto y seguridad el partido y el país.
Es como si en una plantación de espárragos metiésemos una semilla de segunda. Con el tiempo obtendríamos un producto de mediana calidad, sin rendimiento ni competitividad en el mercado y que habría que cambiar, pero lo malo es los años que hay que esperar para obtener un nuevo producto de primera. Y todo ello si se detecta el error y se decide cambiar de estrategia de negocio.
Y los ciudadanos, perplejos y obnubilados ante tanto desatino, sin dar crédito a lo que están viendo, deambulan errantes sin horizonte político buscando desesperanzados una rama donde asirse y desde la que poder gritar ¡que estamos aquí!
Chove, febrero de 2015