La actitud de los políticos tras las elecciones generales

La actitud de los políticos ante el resultado electoral

 

Si la actitud de desencuentro y enfrentamiento de los políticos tras  los resultados de las pasadas elecciones generales persiste y obligan al pueblo a repetirlas, a celebrar nuevos comicios, se les puede tildar merecidamente de ineptos o irresponsables. Sí, todos los políticos del arco parlamentario demostrarán ser unos ineptos o unos irresponsables o las dos cosas a la vez, por haber molestado al pueblo obligándolo a volver a votar, sin haber necesidad real inexcusable para ello y sin éste quererlo ni haberlo demandado.

Tendrán alguna justificación si son sólo unos ineptos, cuestión ya de por sí alarmante, porque su falta de aptitud o capacidad les haya impedido cumplir el mandato electoral dictado por la ciudadanía; ¡qué le vamos a hacer!. El trabajo demandado por los electores habrá resultado ser demasiado difícil para ellos; no saben hacerlo. En consecuencia, habrán demostrado claramente que no son aptos ni a propósito para ejercer el cargo para el que se habían postulado, es decir, son incapaces de trabajar como parlamentarios, no sirven para eso, por lo que deberán abstenerse de presentarse otra vez y tendrán que ser sustituidos por otros más hábiles.

En el supuesto de que fuesen capaces y aptos, la alternativa resultante sería mucho más grave: irresponsables. Habrán actuado irresponsablemente porque lo han hecho a propósito, a sabiendas de que su comportamiento no era el adecuado, no era el deseado por los ciudadanos.

Tanto si son ineptos como irresponsables, consecuentemente, convocarán al pueblo a unas nuevas elecciones como si éste lo hubiese hecho mal unos meses atrás o para procurar que les demande una faena más fácil o acomodada a sus intereses. Es decir, pretenden que el electorado baje el nivel del examen (caso de ineptitud) o, incluso, se atreven a usurpar el papel y el derecho de libertad del votante al sugerirle que cambie su voto, que vote a la conveniencia del político (caso de irresponsabilidad).

Y esto es muy serio, porque entorpecer y quebrantar las aspiraciones de los ciudadanos podría considerarse un sabotaje, una violación del mandato popular. Los políticos estarían boicoteando el ejercicio de la gestión gubernativa y parlamentaria que ha ordenado el pueblo; se estarían declarando en  rebeldía por su desobediencia.

El pueblo ya ha hablado y lo ha hecho con claridad diciendo que no quiere más de lo mismo, que está harto de que se le ningunee, que obliga a ponerse de acuerdo, a poner en práctica una nueva forma de ejercer la  política, centrada en el ciudadano, uniendo esfuerzos para dar respuesta y solución a los serios problemas que le preocupan,  y que resuelvan los problemas personales y de partido en sus asambleas y órganos de debate internos.

Y creo haberlo dicho bien, “el pueblo obliga”, porque según las encuestas parece que está dispuesto a seguir en esa nueva actitud si tiene que volver a votar, por muchas veces que se le obligue a ello.

 

Chove, abril de 2016

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