Otro camino era posible y mejor
Tras el bochornoso espectáculo ofrecido por el PSOE ante la ciudadanía a nivel nacional no puedo más que avergonzarme de ello y mostrar mi más severa repulsa.
Ya manifesté en anteriores reflexiones que no compartía el camino emprendido tras los resultados electorales, puesto que, a mi parecer, la estrategia adoptada mostraba claras señales de estar anteponiendo los intereses personales y partidistas a los serios desafíos que sufre España, o también podía ser reflejo de que nuestros políticos no están preparados para administrar esos resultados electorales. Después de la travesía padecida desde diciembre hasta hoy creo que se trata de la suma de ambas variables.
Otro camino era posible. Si Pedro Sánchez, a pesar de los malos resultados que obtuvo la primera vez, en diciembre, hace valer éstos y se ofrece como instrumento útil para la gobernabilidad del país, a cambio de sacar adelante buena parte de su programa electoral, beneficiando con ello a sus electores y a una gran mayoría de ciudadanos, creo que hubiese sido mucho más provechoso para España, para el partido y para él. Incluso estoy convencido de que podría haber conseguido que el PP hubiese cambiado de candidato, y hoy Sánchez estaría asentado y afianzado como líder de los socialistas y como político de estado. Pero Pedro, sin hacer un análisis y autocrítica profunda de su derrota electoral, escogió otro camino y llevó al partido al “No a Rajoy y al PP”, estrategia que se ha cobrado su cabeza y un daño incalculable para el partido.
Tras su fracaso como alternativa de gobierno persistía en su actitud, acusando demagógicamente a los partidarios de buscar otras vías, de que “los que pretenden la abstención quieren que Rajoy sea presidente”. Esa disyuntiva a la que ha llevado intencionadamente Sánchez al partido y a la opinión pública es falaz y maniquea. Ninguna persona con sensibilidad de izquierdas prefiere a Rajoy ni pretende que siga como presidente. Ha sido precisamente Pedro Sánchez, como candidato a las elecciones, el que perdiendo las mismas ha posibilitado su reelección. La acusación anterior esconde esta gran verdad, que parece no ser asumida o se pretende solapar. Pero esa actitud, la del no es no, que cala en la militancia, ha conducido al partido a uno de los mayores desastres de su historia, del que necesitará muchos años para volver a reponerse.
Y ahora qué, ¿estamos a tiempo de afrontar los asuntos de España, que son los que deberían estar en la preferencia de las famosas hojas de ruta?. Creo que aun siendo muy difícil, y principalmente para el PSOE, estamos en la obligación de intentarlo, con seriedad, responsabilidad y buen cálculo. Parece que Javier Fernández es un hombre maduro en política, serio, responsable y con sentido de estado.
Otro intento de alternativa de gobierno es imposible; ahora mucho más que antes, ni por lograr los apoyos suficientes ni por estar en condiciones saludables de asumir esa difícil tarea con los votos obtenidos en la urnas.
Nuevas elecciones sería aún más suicida para el PSOE y para el país, y me explico.
Ya argumenté en reflexiones anteriores que obligar a repetir las elecciones, y ésta sería la tercera vez, se puede considerar como una rebeldía o sabotaje de los políticos al mandato popular. Pero ahora, además, se ha conseguido que mucha gente señale al PSOE como el responsable de que:
-Se aplazaría todavía más en el tiempo la formación de gobierno, además del gasto y las molestias causadas a los ciudadanos.
-La gestión de los asuntos urgentes de los españoles y la gobernabilidad de España en general debería esperar unos meses más.
-Rajoy conseguiría más votos y el PSOE menos, lo contario de lo que se pretende.
-Probablemente cambiaría la estructura partidaria del país, pasando la formación de Podemos a ocupar el liderazgo de la oposición al gobierno y Pablo Iglesias la interlocución directa con Rajoy, con lo que ello significa a la hora de afrontar temas tan peliagudos como el territorial, Cataluña, País Vasco, etc. con posiciones ideológicas y estratégicas tan dispares.
-Hay reformas y otros asuntos urgentes de Estado pendientes que necesitan un número determinado de votos para acometerlos, como reforma constitucional, ley electoral, ley laboral, ley de educación, etc., que precisan además del consenso de los principales partidos, y las diferencias ideológicas y de criterio del PP y Podemos no creo que sean las más apropiadas para ello.
-Entre elecciones y la formación de un nuevo gobierno nos plantamos en marzo sin haber hecho nada para encarar el desafío anunciado por los separatistas catalanes para el verano próximo.
-Los compromisos presupuestarios con Europa sin atender, exponiéndonos a nuevas sanciones. Etc.
Por todo ello, el sentido común aconseja dejar gobernar al partido más votado en las elecciones, al ganador, que no quiere decir apoyarlo, e iniciar cuanto antes el trabajo de gobernanza para darle respuesta a las necesidades de los ciudadanos.
Pero eso sí, con un compromiso firmado y rubricado por parte del PP por cumplir los acuerdos programáticos y de gobierno a los que se lleguen en la negociación previa a la votación de investidura.
Y una advertencia, sería un grave error que el PP intentara aprovecharse de la clara ventaja con la que parte, ni pretendiera humillar al desvalido adversario, porque todos somos conocedores de la peligrosidad del toro herido, y también, una vez perdidos, al río. Suya, la del PP, va a ser la palabra y la responsabilidad.
Chove, octubre de 2016