La Rebelión del Gobierno Catalán
El otro día le decía yo a mi amigo Manolo Ruiz, parafraseando al reverendo Martin Niemüller (pues el poema al que me refería no lo escribió ni se lo atribuyó nunca Bertolt Brecht, siendo esta la creencia general), que “como ahora vienen a por Rajoy y el PP, los socialistas nos desentendemos porque no somos de derechas; luego vendrán a por Albert Rivera y los suyos, y no diremos nada porque nosotros no somos de Ciudadanos; y luego vendrán a por nosotros, y necesitaremos ayuda, pero estaremos solos y ya será demasiado tarde”. No comparto la estrategia de la dirección socialista desviando la atención hacia objetivos distractores y partidistas en lugar de centrarla en los causantes del mal que nos perturba la convivencia.
Tenía la esperanza de que el espíritu solidario, de unión y de sentido de estado que surgió tras el fallido golpe del 23-F volviera a resurgir ante este nuevo golpe al estado de derecho planificado y ejecutado por el gobierno de la Generalitat de Cataluña. Desgraciadamente mi esperanza está quedando desvanecida al ver la reacción de los dirigentes socialistas, pero es que ni los medios de comunicación ni los tertulianos y articulistas coinciden en un mensaje único y de unidad; hasta los curas confunden a la ciudadanía colaborando con los golpistas y metiendo la nariz donde no les compete.
Pues yo creo que ante un ataque tan grave a nuestra convivencia, que lo están sufriendo directa y principalmente en sus carnes los ciudadanos catalanes que no opinan lo mismo que los independentistas, estamos obligados a conformar un bloque homogéneo de defensa de los valores democráticos, de la justicia que los sustenta y de la unidad de España. En las circunstancias actuales no caben ambigüedades políticas ni estrategias electorales; las críticas y diferencias han de aplazarse para futuras confrontaciones electorales, pues ahora todo ello fortalece y justifica al adversario, al enemigo, que lo es de todos.
Los únicos responsables de esta agresión y rebelión premeditada, y de sus gravísimas consecuencias son los miembros del Gobierno Catalán y sus adláteres; ellos y nadie más que ellos son los culpables por incumplir las leyes y sublevarse contra el estado de derecho utilizando con alevosía a la población como escudo y lanzadera.
No ignoremos ahora la mayor, tiempo hay de reflexionar e imputar otras responsabilidades, a mi entender diversas, de mayor o menor gravedad, actuales y de otro tiempo atrás. También considero inútil esforzarse en
debates con el fin de poner en evidencia el cúmulo de infracciones, contradicciones y atropellos que han cometido Puigdemont y los suyos. Centrémonos en lo principal, ¿Acaso alguien duda, a raíz de los acontecimientos vistos, de que esta iniciativa estaba concienzudamente pensada, planificada y organizada para ser utilizada como justificante de su objetivo final: la declaración unilateral de independencia? Nada les importaba a ellos lo que dijera la Constitución o su Estatuto de Autonomía, ni los requisitos, condiciones, garantías y resultados de la consulta electoral bananera, ni las advertencias de las autoridades políticas y judiciales, ni la fractura sangrante de la sociedad catalana y española (para mí lo más grave y doloroso), y mucho menos las opiniones y protestas de la ciudadanía; su fin era el que es: la justificación de independencia. Ellos han decidido conscientemente este desafío, esta rebelión, esta sublevación y así lo han realizado, sin importarles las consecuencias, pero también ellos deberán pagar por su delito ante la justicia.
No debe distraernos ni desorientarnos tampoco la pretendida y oficialmente organizada gresca social, excusada tras la legítima intervención de las fuerzas de seguridad. Yo lamento los daños personales derivados de las cargas policiales, pero, no nos equivoquemos, los responsables de los mismos son los golpistas. Porque los que allí convocaron a la población con claras consignas de sublevación eran conocedores del riesgo que supone el enfrentarse, obstaculizar y agredir a la policía cuando esta se dispone por mandato judicial a impedir un delito. Además, los datos sobre la cantidad y gravedad de los heridos han sido tan manipulados y falseados como el escrutinio de la votación; la policía tuvo una actuación adecuada y proporcional al enfrentamiento de los radicales.
¿Y cómo proceder ahora? A mi entender: primero exigiendo responsabilidades políticas y judiciales al Gobierno Catalán, y segundo convocando a los grupos políticos que estén por la labor para consensuar una respuesta global al pueblo catalán y a toda España con el fin de reconducir esta locura y volver a la senda de la legalidad y la convivencia en paz. Pero nunca accediendo a sus particulares pretensiones ni tapándoles la boca favoreciendo sus intereses en detrimento de los demás, que sería pan para hoy y hambre para mañana, así como justo paradigma para otros territorios de España.
Chove, octubre de 2017