Cataluña: Hipótesis sobre el trasfondo de la operación de independencia

Cataluña

Hipótesis sobre el trasfondo de la operación de independencia 

La clave está en el personaje de la figura de abajo: Jordi Pujol i Soley. Jordi Pujol fue el creador y gestor durante sus 23 años de presidente de la Generalitat de una nueva sociedad catalana (posteriormente ha continuado desarrollándose), basada en la configuración de una personalidad catalana única, con el control de la educación (adoctrinamiento, inmersión lingüística), economía (todas las inversiones y desarrollo económico son producto de la Generalitat y trabajo de los catalanes), seguridad (dotación de policía exclusiva catalana y salida progresiva de la policía y guardia civil), y la invención de un enemigo que acechaba, robaba y perjudicaba los intereses de los catalanes que era Madrid y España. Todo ello, con la mirada hacia otro sitio y aquiescencia del gobierno central, además de la consecución de mayores competencias y prerrogativas para la comunidad catalana, a cambio del apoyo a los presupuestos y sostén del gobierno en general.

Jordi PujolMientras se gestaba esta nueva sociedad salvaguarda y guardaespaldas de sus intereses, Jordi Pujol y su círculo más cercano la utilizaban para enriquecerse y poner a buen recaudo para el futuro su acaudalado patrimonio. Así salió ileso del caso “Banca Catalana” en 1986 y del caso “Familia Pujol” en 2014 por los delitos de cohecho, tráfico de influencias, delito fiscal, blanqueo de capitales, prevaricación, malversación y falsedad.

Pujol nunca se mostró independentista, aunque siempre se posicionaba cercano, ni reivindicaba con firme decisión el Concierto Económico porque sabía que conseguía mayores beneficios para él y para Cataluña con el compadreo y charraneo tratante de sus particulares y especiales negociaciones con el gobierno central.

Pero el caso Pujol, el escándalo de corrupción política del 3% en el cobro de comisiones ilegales y la prevaricación administrativa y desobediencia de Artur Mas supuso una quiebra radical y crisis en su liderazgo e imagen, y en la actitud y estrategia de esta mafia política. Y lo que apunto puede visualizarse en la imagen que expongo, en el gesto y en las palabras pronunciadas por el expresidente de la Generalitat en septiembre del 14, en su comparecencia ante el Parlamento para dar explicaciones sobre sus fondos ocultos en el extranjero: «Si vas segando la rama de un árbol al final cae la rama (…) caerán todas y habrá sido responsabilidad de todos los que han practicado este tipo de política».

 

Esta es la verdadera causa, a mi entender, y este personaje es el muñidor entre bastidores de la maniobra que mantiene en vilo a la sociedad catalana y a España en general, dirigida por su brazo ejecutor, Artur Mas.

Cuando en enero del 2016 Artur Mas tuvo que renunciar a presidir la Generalitat por las presiones de la CUP, su candidato no era Puigdemont, pues no era de su confianza (además carecía de título universitario, provenía de una familia de pasteleros y no representaba a la burguesía catalana), pero tuvo que aceptarlo por imposición de la CUP, pues estos eran conocedores de su ardor independentista. Más adelante se comprobaría que su desconfianza estaba justificada.

El complot planificado por Pujol y Mas, independientemente de la estrategia del Gobierno Catalán, pasaba por utilizar la pasión independentista de Puigdemont y la nueva sociedad catalana que habían creado para tensionar la situación política hasta el extremo, con el fin de conseguir, tras la negociación pertinente, que se olvidasen sus sucios asuntos particulares (manejo que dominan a la perfección al haberlo ejecutado durante cuarenta años atrás). Era el tiempo en que Mas, Mas-Colell, Xuclá, etc. decían que quién se iba a creer que los bancos y las empresas se irían de Cataluña, que sería lo contrario, que vendrían más. Pero al llegar al límite de la presión, al borde del precipicio, en situación idónea para forzar el acuerdo de su conveniencia, Artur Mas comprueba que Puigdemont no le hace caso, no ceja en su empuje y desafío, sigue su propia estrategia, la del fundamentalismo independentista incubado desde su niñez, y que “el cuervo” estaba dispuesto a declarar la independencia. Entonces, ante la alarma de que todo se podría ir al garete, sus requerimientos judiciales, negocios particulares y familiares, etc. Jordi y Artur cambia apresuradamente de asechanza e inician una desesperada gestión para abortar la decisión del presidente tras el bodrio de referéndum. A Mas se le veía siempre tras Puigdemont, de despacho en despacho y saliendo a deshoras de presidencia. Fue cuando, sorprendente y descaradamente los anteriormente citados declaraban ante cualquier medio de comunicación que un proyecto que provocaba la desbandada de empresas y que no era reconocido por Europa no podía seguir adelante; no les importaba hacer el ridículo diciendo exactamente lo contrario, sus perjuicios justificaban este cambio drástico. Incluso pudo frenarlo Artur Mas a última hora amenazando a Puigdemont con que no contaría con el voto de los diputados de su confianza (de ahí el sí, pero no, y la declaración independentista deslavazada e imprecisa del presidente de la Generalitat, cuando debería haber convocado al Parlamento para votarlo y decidirlo, según su propia Ley de Procedimiento).

Todavía no hay nada claro, pues no se sabe si Puigdemont cree que Mas cuenta realmente con la fuerza y los votos necesarios para impedirlo; ya se verá. De ser así esta teoría, no se declarará la independencia y habrán ganado los gestores de esta historia rocambolesca. Habrán utilizado a todo el mundo, al gobierno de la Generalitat, al Parlamento y a la sociedad catalana en su beneficio. Y se podrá comprobar esta maquinación si el asunto de la familia Pujol, el tres por ciento y la prevaricación de Mas no siguen adelante, aunque será difícil descubrir si los 5,2 millones de euros que el Tribunal de Cuentas exige a Mas serán abonados realmente. Este sería el acuerdo tácito al que se habría llegado, el olvido a cambio del aborto de este desquiciado proyecto, el pago por los servicios prestados, como siempre.

Otra cosa, no sé si peor, sería que Carles Puigdemont quiera pasar a la historia para ser recordado como héroe y mártir de su madre patria, al estilo de Casanova, Maciá y Companys, que le enseñaron en la escuela.

 

Chove, 23 de octubre de 2017

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