Puigdemont y la cueva de Alí Babá europea

No voy a entrar en lo acertado o no de la decisión del tribunal regional alemán sobre la extradición de Puigdemont a España porque no soy un experto en justicia; sus “razones” tendrán los magistrados, aunque yo no las comparta. Pero no consigo comprender que una jueza “regional” alemana revise y juzgue en dos días el dictamen elaborado durante meses de un juez del Supremo español; que un juzgado “regional” alemán se convierta en una instancia superior del Tribunal Supremo de España; que, en definitiva, una jueza “regional” alemana le enmiende la plana a un juez del Tribunal Supremo de España. Tampoco consigo comprender eso de que la “Rebelión” de que se le acusa en España al “capitán del Costa Concordia” (como ha llamado Felipe González a Puigdemont) no se corresponde con la “Alta Traición” del ordenamiento jurídico alemán porque la violencia que observa dicho tribunal, en la imputación que hace la justicia española al expresidente catalán, no ha “sometido al organismo constitucional a una presión capaz de doblegar su voluntad” ni le ha “obligado a capitular ante las exigencias de los perpetradores de la violencia”. Pero ¿es que si hubiese llegado a ocurrir esto estaríamos en condiciones de solicitar extradición alguna, tendría objeto el actual procedimiento?

La euroorden de extradición está basada en la confianza mutua entre los países que conforman la Unión, y pretende la cooperación y agilización de los trámites para la aplicación de la justicia a los delincuentes, por lo que lo lógico sería que las autoridades judiciales del país al que los jueces le solicitan una extradición no entrasen en el contenido del expediente y tramitasen sin más el traslado del individuo reclamado a las autoridades judiciales que llevan el peso del sumario. Si no es así, ¿dónde está la confianza y cooperación?, ¿para qué sirve la orden de extradición europea, qué utilidad tiene? Habrá que revisarla.

También creo que, con el tiempo y la jurisprudencia creada, Europa puede llegar a convertirse en una especie de cueva de Alí Babá para todo tipo de delincuentes (civiles, militares y políticos), que, según la legislación vigente establecida en cada miembro de la Unión, buscarán refugio en el Estado que más convenga a su defensa y seguridad, poblando el territorio europeo con un diverso mosaico de sinvergüenzas acomodados.

Por otra parte, deduzco de este inesperado varapalo a España que a la Unión Europea le falta mucho para ser unida, porque cada país toca el pito según opinión y conveniencia sin atender a los intereses generales de la Comunidad. En Europa solo importa la economía, el dinero, el euro y poco más. No se ha avanzado prácticamente nada en la constitución de una gran Comunidad desde la iniciativa creadora de aquellos grandes líderes europeos como Willy Brandt, François Mitterrand, Sandro Pertini, Olof Palme, Felipe González, etc. Y las perspectivas no son muy esperanzadoras (ejem.: el brexit y los recientes resultados electorales de Hungría). Son muy pocos los políticos europeos con carácter y empuje decididos a avanzar.

España, a pesar de su peso específico como cuarto en economía y población, y segunda en tamaño de la Unión, no se corresponde adecuadamente con la representación y liderazgo en los órganos de dirección y gobierno europeos.

Nuestro presidente, Mariano Rajoy, no tiene ni la aptitud ni la actitud suficiente y necesaria para influir ni impulsar nada; pinta muy poco en el contexto internacional, ni se le teme ni se le escucha ni se le tiene en cuenta. ¿Por qué no ha desplegado un programa general del gobierno, embajadores, consulados, etc. con declaraciones, entrevistas, reuniones y ruedas de prensa en Europa para informar y explicar la situación de Cataluña y contrarrestar la demagógica y engañosa, pero influyente información del independentismo catalán? Ahí tenemos los resultados: la decisión de la jueza regional alemana, las declaraciones de la ministra socialista de justicia alemana, editoriales como el del Time, etc.

Rajoy, además de no tener liderazgo en Europa, se mueve menos que un tranco, y para recoger algunos frutos hay que varearlos.

Se hace preciso una Europa más estructurada y unida y mejores liderazgos.

 

Chove, abril de 2018

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