La ley soy yo
Si yo fuera catalán, independentista o no, estaría muy preocupado, como imagino que deberán estarlo muchos de aquellos ciudadanos. Y no me preocuparía solo la incertidumbre de lo que deparará el futuro, sino mucho más por los personajes en cuyas manos recaería la salvaguarda de mis derechos y libertades, en el caso de lograr la secesión. O no es para asustarse, aterrarse diría yo, pensar que los principales dirigentes del territorio catalán creen que pueden dar instrucciones a los jueces para que la justicia que se me pudiera aplicar, en caso de necesidad, dependiera de su voluntad, de los dirigentes, de si a ellos les parece bien o mal, sin importarles lo que diga el ordenamiento jurídico: “Torra no acatará la sentencia. No descarta abrir las cárceles si hay condenas por el procés”; “Tardà ha reclamado a Sánchez que inste a la Fiscalía General del Estado a retirar la acusación de rebelión”; “el vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa, amenaza a la Fiscalía con consecuencias si se mantiene la acusación de rebelión”; “ERC amenaza a Pedro Sánchez con no pactar los presupuestos si no se retira la acusación de rebelión a los presos políticos”.
Esta es la concepción bananera que tienen estos individuos de la justicia y por eso no les importa ni avergüenza hacer público sus exigencias. Estos políticos déspotas están convencidos de que su voluntad y decisión están por encima de la Ley y la Justicia; no hay delito en sus fechorías, y si lo hay no merecen castigo alguno.
¿No es para asustarse? Pero lo que más me preocupa es que lo que a mí me aterra al Gobierno socialista no le parece tan mal, pues ante tal tropelía de los dirigente catalanes responde en la misma sintonía: “la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, considera que si el juicio a los líderes independentistas se retrasa mucho no sería lógico alargar la prisión preventiva», “se lo podría plantear el juez, sería razonable”; “la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, ha afirmado este sábado que es partidaria de conceder un indulto a los dirigentes juzgados por el Tribunal Supremo, en el caso de condena por sentencia firme”; “Sánchez ha señalado que la reflexión de Cunillera, y que él comparte, es que en la política española y sobre todo cuando se habla de Cataluña falta empatía»; “el ministro Ábalo: unas declaraciones de humanidad de la delegada del Gobierno en Cataluña”.
De un año a esta parte el PSOE justificaba la cárcel de estos políticos por las actuaciones delictivas de estos, su desobediencia a los requerimientos de los tribunales y la ley y en la independencia de la justicia. ¿Qué ha cambiado desde entonces para que piensen y actúen de forma diferente? ¿Y por qué no se deja a los jueces que hagan su trabajo con absoluta libertad, que no es otro que el de interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico acordado por los propios políticos?
La ley soy yo, el Estado soy yo, parece ser que dijo Luis XIV (el rey Sol), el que posteriormente acarreó a su descendencia a la guillotina.
Chove, septiembre de 2018