El dogmatismo independentista catalán
¿Qué les importan a los independentistas catalanes los presupuestos y la política en general del Estado español? Si han prestado alguna atención a Pedro Sánchez ha sido buscando algún beneficio para su causa. El germen integrista separatista ha inoculado profundamente en la sociedad catalana, y para la aplicación de una acertada política terapéutica remediadora se hace preciso un acertado diagnóstico de la realidad.
De las cuatro proclamaciones republicanas o de estado catalanas que se han producido en la historia de este territorio español todas tiene en común un arraigado sentimiento nacionalista basado en la ambición de poder, el interés económico y la insolidaridad. Y todas se han producido aprovechando momentos de debilidad del Estado español por conflictos bélicos y revueltas. Así, la de Pau Claris, que duró seis días en 1641, se aprovechó la declaración de guerra por parte de Francia y la revuelta de los segadores; la del médico malagueño, José García Viñas, en 1873, que duró dos días, coincidió con los tiempos tumultuosos de la proclamación de la primera república española; en 1931, Francesc Maciá la hizo coincidir con la segunda república de España. Duró tres días; y en 1934, también durante la segunda república, Companys aprovechó la revolución de Asturias y el estado de guerra declarado por el presidente Lerroux. En esta ocasión duró diez horas. Companys terminó después fusilado por la dictadura franquista.
En las tres últimas se proclamó la republica catalana, pero como estado federado dentro de la república española, no como Estado independiente.
Sin embargo, la reciente proclamación de Cataluña por Puigdemont como Estado republicano independiente ha sido fruto de una estrategia diferente a las anteriores. Se sustenta en la misma base de egoísmo e insolidaridad y persigue idénticos objetivos de poder e interés económico. Pero la estrategia no ha podido vincularse a ninguna revuelta ni acontecimiento bélico. Bien es verdad que la situación de crisis económica y la aquiescencia e incomparecencia del gobierno y del Estado han sido bien aprovechadas.
En esta ocasión, la proclamación netamente independentista se ha ido macerando lentamente durante años empleando métodos y recursos educativos de tipo conductista y de propaganda para controlar las conductas y las mentes de los niños, jóvenes y sociedad en general. Lógicamente, es imposible conseguir estos objetivos de manera global, en su totalidad, pero sí lo han logrado en gran parte, para sorpresa de todos. En 2003 los independentistas eran el 12% y en 2018 el 48%.
Desde muy pequeños, los jóvenes han sido sometidos en sus centros escolares a un relato nacionalista interesado y a un bombardeo estimular permanente con el objetivo de conformar en ellos una personalidad, carácter y conducta radical y firmemente nacionalista. Así, empleando una educación concienzudamente programada al efecto han logrado la dependencia de muchos inocentes e inconscientes jóvenes catalanes a estímulos externos como consignas, banderas, himnos, etc. de credos segregadores.
Dicho adoctrinamiento en ideas secesionista se ha ido manteniendo durante toda la vida estudiantil de los jóvenes, en la escuela, instituto y universidad, y no solo en las aulas sino además con baños ideológicos en charlas, conferencias, seminarios, etc. tras las que los alumnos más interesados se llevaban también el debate a los círculos familiares y de amistad, reforzando así su aprendizaje. De ahí su reconocida elocuencia y competencia intelectual en tertulias y entrevistas públicas. Hace un año Joan Tardà se dirigió a los estudiantes de la Universidad de Barcelona: “Tenemos el compromiso de parir la república, pero quien la ha de capitanear sois vosotros. Y si no lo hacéis, habréis cometido un delito y una traición a la tierra”.
Esta estrategia, durante tantos años mantenida con la aquiescencia tácita de gobiernos, partidos, instituciones, sindicatos y sociedad en general, ha producido una camada generacional de personalidad uniformada, robotizada, de pensamiento y conducta únicos. Solo de esta forma puede entenderse el comportamiento de los actuales dirigentes del fundamentalismo catalán, a los que poco les importa la educación libre ni la salud de sus ciudadanos, ni la economía y el trabajo, ni que las empresas salgan de Cataluña, ni el acceso a la vivienda, ni, en definitiva, el gobierno de su comunidad. Y mucho menos les importa lo que opinen más de la mitad de sus vecinos. Lo único que les interesa es lo que tienen sellado en sus mentes, el sentimiento nacionalista catalán y su independencia de España. No saben ni quieren ni pueden hacer otra cosa.
Han sido todos confeccionados y cortados por la misma tijera y sus efectos se visualizan en el comportamiento y la actitud obsesiva, enfermiza, en definitiva, de sus dirigentes; en la uniformidad de sus conductas y discursos; en su formación intelectual; en su forma de estar y proceder.
A la par de este adoctrinamiento de niños y jóvenes, Los muñidores de esta despreciable manipulación conductual han actuado sobre la sociedad catalana en general diseñando en paralelo una propaganda al efecto, con el fin de homogeneizar el sentimiento y el pensamiento independentista de todos los ciudadanos, inventando falsedades y convirtiendo mentiras en verdades a fuerza de repetirlas. Una propaganda limitada a un número pequeño de ideas repetidas incansablemente; presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto y fin; sin fisuras ni dudas: Cataluña ha sido una nación desde la edad media; Cataluña es una nación invadida por el yugo opresor español; los catalanes somos una raza superior; España nos roba; en España no hay democracia; los catalanes nos debemos a nuestro parlamento y a la voluntad de nuestro pueblo; Cataluña será una república independiente.
Ante esta actitud y pensamiento obsesivo y delirante ¿qué debe hacer el gobierno y la España constitucionalista.? Creo que al independentismo hay que ganarle con votos; las urnas son la estrategia terapéutica apropiada.
Decía Torra: «¿Alguien cree que desaparecerán los más de dos millones de independentistas que votaron el 1-0?» “El referéndum es inevitable, decía también Tardá, porque el establishment cae en el error de creer que el 50% de catalanes que no son independentistas nunca lo serán”. Ahí está su estrategia: aumentar cada vez más la bolsa independentista. Y para que eso no ocurra sino todo lo contrario, hay que combatir todas las líneas estratégicas diseñadas por los dirigentes y pensadores del “Procés”.
La política de diálogo y mano tendida del presidente Sánchez está bien para desarmar el argumento de ninguneo, desatención e incomunicación del gobierno anterior, pero eso son solo medidas paliativas con las que se ha conseguido el apoyo a la moción de censura y se pretende el de los presupuestos. Para atajar el foco o el germen del desafío soberanista, que es el principal y verdadero problema en un futuro, hay que actuar también sobre esas líneas o ejes principales de intervención secesionista que les han dado tan buenos resultados. Y desarrollar una buena pedagogía, mucha pedagogía para formar catalanes libres, solidarios e integradores.
Chove, noviembre de 2018