Los indultos: una decisión basada en vaguedades e ilusión

Los indultos: una decisión basada en vaguedades e ilusión

Son dos argumentos claramente diferenciados los que se observan como justificación de la concesión de los indultos a los presos del procés. Uno de ellos es el interés personal del presidente del Gobierno por mantenerse en el poder y otro el interés público.

Con respecto al primero, el interés personal de Pedro Sánchez, no quiero ni pensar, aunque no lo descarto, que una operación de tal envergadura y riesgo para el país sea causa del egoísmo, la irresponsabilidad y ruindad no solo del presidente sino del Gobierno en su conjunto y demás partidarios.

Las declaraciones de hoy de Oriol Junqueras (“caminos como la unilateralidad no son viables…los indultos son gestos que pueden aliviar el conflicto”) parecen mostrar un pacto o acuerdo tácito entre Sánchez y Junqueras, pero son declaraciones estas ambiguas, de prioridades, sin compromiso de no reincidencia y personales, pues la secretaria general adjunta y portavoz de ERC, Marta Vilalta, dice que no se renuncia a ninguna vía democrática, aunque prioriza el diálogo. Y, por otra parte, las declaraciones personales, la experiencia nos recuerda que tanto las palabras de unos como de otros no son garantía de cumplimiento alguno.

También se hace hincapié últimamente en el “Perdón”, indulgencia y gracia que puede ser aplicada a cualquier condenado, pero por qué a estos políticos que ni lo han solicitado ni se han arrepentido; “no venganza”, ¿es que la justicia es vengativa, se aplica como satisfacción? ¿A quién interesa estas medidas de benevolencia, a Pedro Sánchez y su gobierno o a la sociedad?

En cuanto a la utilidad pública, las razones hasta ahora expuestas por el gobierno y partidarios se basan en conceptos vagos e imprecisos. Que yo conozca, se habla de “beneficio social”, “valentía, “tender puentes para el diálogo”, “concordia”, facilitar una salida al conflicto catalán”, “generosidad de la democracia española”, etc. ¿Cómo se concreta todo ese humo? Se requieren mayores garantías, mayores argumentos de peso, sólidos y concretos, no solo para conseguir la comprensión y complicidad de la ciudadanía española, sino para que realmente la concesión de los indultos suponga un beneficio para catalanes y españoles, que es lo primordial.

¿Es que no se han dado muestras de valentía, concordia, generosidad y disposición para el diálogo desde la entrada en el gobierno de Pedro Sánchez (tres años), sin que se haya visto correspondencia ni el menor atisbo de cambio de actitud por parte del independentismo? “No nos arrepentimos de nada, lo volveríamos a hacer”, son las expresiones repetidas y conocidas por todo el mundo.

Confiarlo todo, sin contraprestación, solo a la ilusión y esperanza de que los independentistas sabrán comprender el gesto de generosidad y bondad del gobierno lo considero de escasa consistencia y muy arriesgado; esperar reconocimiento por parte del independentismo a este gesto sería como esperar fruto sembrando en la sierra del Hachuelo, según el refranero de mi pueblo. Mas, por el contrario, puede resultar todo a la inversa, que sea considerado por aquellos como una debilidad más por parte del gobierno, un acierto de su estrategia de acoso, o, cuando menos, un brindis al sol. Y no digamos las muestras del camino para otras comunidades ahora apaciguadas, aunque polvorines en potencia.

Pensemos también en las consecuencias para el PSOE, al que ya se ha hecho parte del daño provocando su fuerte división. Y no me refiero solo al daño en la pérdida de votos sino al debilitamiento de su armadura, el Partido Socialista como estructura del Estado, un instrumento esencial para la garantía de estabilidad y bienestar de España, como lo ha venido siendo hasta ahora.

El debate que ha suscitado el anuncio de la concesión de indultos ya es una victoria para la causa secesionista; el nacionalismo radical se muestra contento al ver que la sociedad española, no solo la catalana, se divide y hay comprensión y respaldo a sus exigencias: divide y vencerás.

En línea con la segunda argumentación también se arguye que la decisión de los indultos no va dirigida a los responsables y líderes separatistas, de los que no se puede esperar nada en mentalidades programadas para unos objetivos concretos, sino que va destinada a la ciudadanía catalana. Se espera que los catalanes valoren la sensatez y buena voluntad del gobierno, que el Estado Español no es tan perverso, y vayan retirando su respaldo a la disparatada estrategia separatista. Los radicales separatistas no lo apreciarán, pero los catalanes, sí, se dice. Pero yo observo que las tres formaciones radicales separatistas (JxCAT,ERC y CUP) sumaron en las elecciones catalanas de 2017 el 47,5% de los votos y cuatro años más tarde, después del diálogo, buen entendimiento y relación con el gobierno actual de Pedro Sánchez, estas mismas formaciones han aumentado su apoyo popular en el 2021 a 48,03 %  de los votos catalanes. ¿Sirven estos datos, desgraciadamente, para avalar la utilidad social de los indultos? ¿Justifican nuestra esperanza e ilusión?

No obstante, coincido en que tanto si se conceden como si no España no se romperá, por ahora, porque afortunadamente tenemos un país fuerte y seguro que soporta y ha soportado envites de parecida naturaleza. Aunque, con seguridad, a medio o largo plazo se verán las repercusiones de estas decisiones; esperemos no tener que escuchar el refrán “de aquellos polvos estos lodos”.

Pero si no se conceden los indultos, cosa improbable, ¿quiere decir esto que no hay que hacer nada? Por supuesto que no, no se trata de indultos o nada, pienso que hay que continuar persistiendo o incrementando el ofrecimiento, diálogo permanente, concordia, valentía, etc., o indagar e implementar otras estrategias hasta que se observen nuevas circunstancias de garantía, tras las que se pueda plantear de nuevo la iniciativa de los indultos. De momento, creo que no se dan las circunstancias adecuadas para la concesión de estos.

 

Chove

Granada, 7 de junio de 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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