¿Merece la pena tanta tensión política?

Otra política es posible

Pedro Sánchez ha logrado que ya no me asombren sus cesiones humillantes y chantajistas al independentismo, ya no me sorprenden. Ahora me preocupan, me dan miedo, porque no sé hasta dónde será capaz de llegar.

¿Merece la pena tanta tensión política? ¿Vale la pena el riesgo como coste de la presidencia del gobierno, habiendo perdido las elecciones? Creo que no para la gran mayoría de los españoles, pero para Pedro Sánchez parece que sí. Y ese es el problema, que no sabemos hasta dónde será capaz de llegar.

Hemos pasado por las falsas promesas, las contradicciones, las mentiras, los cambios de opinión, hacer de la necesidad virtud, que está bien lo que bien acaba, etc.; de la derogación de delitos y la rebaja de la malversación, a los indultos, a perdonar deuda, a transferir competencias inexplicables, etc. hasta la amnistía y, en un futuro, el referéndum. Lo que haga falta con tal de mantenerse en el poder.

Todo está dentro de la legalidad y la Constitución, repiten como papagayos como queriendo convencerse a sí mismos de algo con lo que no comulgan, como si quisieran lavar sus conciencias. Aunque esto de la legalidad será el órgano competente del poder judicial el que lo dirima.

Todo ello camuflado con dos grandes argumentos de base: frenar a la extrema derecha de Vox y pacificar y normalizar Cataluña. Dos premisas demostradas falsas.

Con respecto al primero de ellos, queda desmentido cuando se negocia con Junts y se le favorece concediendo todas sus demandas, siendo este un partido tanto o más de extrema derecha que Vox. Junts, además de ser de extrema derecha y racista no quiere saber nada de España, la odia y le importa un bledo. ¿Se pueden hacer acuerdos de tanta trascendencia y consecuencias perniciosas con Junts y no se pueden hacer pactos de gobernabilidad con el PP? Es increíble lo que está pasando, ojos para ver.   

Estos son los que quieren expulsar de Cataluña a los que no les gusten, a los diferentes, a los pobres y desgraciados que vienen buscando trabajo y a mejorar su vida. Estos son los que quieren castigar y sancionar a todas las empresas que libremente han decidido marcharse de Cataluña por temor a ellos. Estos son los que con el 1,6% de los votos manejan el gobierno de todos los españoles. Aunque no se les puede culpar de esto a ellos, no, la culpa es de quien se lo permite, que no es otro que Pedro Sánchez. Porque Sánchez depende de Puigdemont. ¿Merece la pena tanta humillación y chantaje, tanta tensión y tanto riesgo un sillón presidencial? ¿Tienen algún límite las concesiones del presidente del Gobierno?

El segundo, pacificar y normalizar Cataluña, en realidad, más bien se trataría de normalizar las relaciones con los independentistas, ya que, con los no independentistas, la mayoría de los catalanes, las relaciones son como siempre, pacíficas y normalizadas. Y, precisamente, a esta mayoría no independentista, esta mayoría que se siente tan española como nosotros, no se le está teniendo en cuenta para nada. No se piensa en ellos, en su incertidumbre, su preocupación e inseguridad ante el futuro amenazador. No se piensa en sus derechos, sobre todo en su derecho a seguir siendo españoles.

Este segundo argumento es desmentido al punto por los propios partidos secesionistas. Cada vez que Sánchez intenta deducir de su estrategia un convencimiento, un acercamiento, una entrada en razón de estos, los portavoces y líderes independentistas salen rápidamente en tromba recordándole y aclarando que todo lo que acuerdan responde exclusivamente a sus intereses políticos, que quedan de manifiesto en el contenido de esos acuerdos. Y así lo han demostrado con la Ley de Amnistía: si le das lo que piden, siguen jugando, y si no, rompen la baraja. Sánchez se ha humillado y ha cedido al chantaje independentista, pero, aun así, la ley de amnistía ha sufrido su primera derrota; una demostración vejatoria de que está en manos de Puigdemont. 

Nada de perdón, nada de arrepentimiento, queda claro que lo volverán a hacer cuando estimen oportuno y adecuado a sus intereses. Cuando no haya consecuencias legales, económicas ni personales de privación de libertad; cuando no haya cárcel. La cárcel es la clave de todo.

Por ahora, nos encontramos en un impasse mientras se dilucida el asunto de la amnistía y los prolegómenos del referéndum, pero esto puede durar años, el tiempo que Sánchez necesita para mantenerse en el poder. ¿Aguantarán tanto los independentistas? ¿Aguantará Sánchez tanta crispación, tanto estrés? En cualquier caso, si aguantan será un calvario para la política española, y los problemas de futuro serán para otro y para todos los españoles: otro procés. Y si no aguantan los independentistas porque sus arriesgadas exigencias son cada vez más peligrosas, de muy difícil atención por su imposibilidad de enmascararlas para sortear la legalidad, y lo que pidan sea imposible concedérselo, tendrá Sánchez que afrontar la situación, cada vez más peligrosa esta por el envalentonamiento alcanzado tras las continuas cesiones y alas: ¿otro procés?

 En todo caso, los españoles sí tendremos que aguantar antes o después sufriendo las consecuencias de esta política errónea y egoísta, esta política de infarto. Como ha dicho García- Page, España está metida en un laberinto de muy difícil salida.

¿Merece la pena tanta agitación, tanto sufrimiento? Hay otra forma de hacer política, política sosegada que permita a la ciudadanía vivir con tranquilidad. Se precisa de una política de grandes acuerdos, acuerdos que respondan al interés de la gran mayoría de la población, acuerdos de Estado. Y estos acuerdos, lógicamente, solo pueden suscribirlos los grandes y principales partidos políticos españoles.

Parafraseando a Ángel Ganivet, no es jamás disculpable que se sacrifique el interés de una nación en obsequio de unos particulares… y no se podrá volver atrás para rectificar lo que ya salió imperfecto en su origen.

  Chove, febrero de 2024

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *