Sánchez y el poder a cualquier precio

Sánchez y el poder a cualquier precio

El 14 de marzo del corriente se produjeron dos noticias significativas y de importancia: el Gobierno de Pedro Sánchez ha renunciado a presentar los Presupuestos Generales del Estado para 2024, y se ha aprobado la ley de Amnistía en el pleno del Congreso de los Diputados.

Con respecto a la primera, hay que recordar lo que decía Pedro Sánchez en 2018, cuando el entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy no podía aprobar sus presupuestos: “La reflexión que debería hacerse el presidente es que un Gobierno que no tiene presupuestos no puede gobernar, porque no puede hacer nada”; “Un Gobierno sin presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina”; “Aprobar los presupuestos es la primera y principal obligación de un Ejecutivo”; «Un Gobierno sin presupuestos es un Gobierno que no gobierna nada»;“Si este Gobierno no aprueba los presupuestos, no tiene nada más que decir, salvo convocar elecciones”; etc.

Respecto a la segunda, es también de dominio público y recuerdo general lo que decía Sánchez: “La amnistía es una línea roja para el PSOE y para el Gobierno socialista, sin fisuras ni matices”; «Nos han pedido el referéndum y la amnistía, y no se les ha dado ninguna de las dos cosas”; “la medida no tiene cabida en la Constitución”; “La amnistía es claramente inconstitucional, una medida implanteable, una imposición de los partidos independentistas que el Ejecutivo no puede aceptar”; “la amnistía es el olvido”; “Soy contrario a una ley de Amnistía por convicción personal y política”; etc.

Reflexionando sobre lo anterior, se deduce en primer lugar, según palabras de Sánchez, que si el Gobierno no tiene presupuestos no puede ni debe gobernar. Y en segundo lugar, si hace lo contrario de lo que decía y prometía, no está desarrollando su programa de gobierno, sino el de otros, lo que supone un fraude electoral; se está desarrollando el programa electoral de Puigdemont, Junqueras y demás separatistas, que ha sido apoyado por el 5,47% de los votantes.   

En conclusión, Sánchez no está gobernando sino ocupando el sillón presidencial (expresión suya)) favoreciendo los intereses de los independentistas; gobiernan otros.

Un presidente que dice y promete unas cosas y luego hace todo lo contrario una y otra vez no puede permanecer ni un minuto más en el poder.

Ante una situación política tan bochornosa e indignante como esta, cualquier político equilibrado, serio y responsable dimitiría inmediatamente, es más, ni siquiera habría dado pie a ella habiendo perdido las elecciones. Pero Pedro Sánchez ni se inmuta, se comporta como si nada pasara. Esta actitud política suya, insidiosa y fraudulenta no puede ni debe convertirse en normal por mucho que se reincida en ella.

Ante tal estupor y perplejidad, los hechos expuestos incitan a interpretarse como algo más que hacer lo contrario de lo que se dice y promete, o de mentir o cambiar de opinión, etc. No, dicha conducta parece reflejar algo más, esto no tiene visos de normalidad, parece indicar algo enfermizo.

Su propio “Manual de resistencia” es un texto alegórico y un mecanismo de defensa con el que pretende convertir en virtud sus desmesuradas ansias de poder; su obsesión por permanecer en el sillón presidencial a toda costa, pensando solo en sí mismo e ignorando las reglas políticas y sociales estandarizadas y menospreciando el interés general.

Sánchez se cree capaz de realizar cometidos extraordinarios, fantasiosos, imposibles, de poder conseguir todo lo que se proponga, llegando a actuar por encima de toda moral y norma política, y depreciando las opiniones de los demás.Un ego sobredimensionado, una ambición desmesurada y temeraria, una necesidad imperiosa de estar en el primer nivel, en lo más alto, de tener gran relevancia. No es consciente de la realidad ni del peligro; no reconoce el error, el daño.

Sea como fuere y por las causas que fueren, las consecuencias de esta política suya vienen siendo aciagas para los españoles desde su inicio: tensión, crispación, enfrentamientos. Los choques institucionales entre los Poderes del Estado y entre el Congreso y el Senado no tienen parangón en la historia democrática reciente; los enfrentamientos polarizados y enconados entre parlamentarios, partidos políticos, medios de comunicación, familias, compañeros, amigos, etc. están extralimitados.

La situación política y social catalana permanecerá como históricamente ha estado, pero la de España en su conjunto se ha soliviantado peligrosamente.

La Comisión de Venecia, órgano consultivo del Consejo de Europa formado por expertos en derecho constitucional, ha recomendado al gobierno español en relación con la Ley de Amnistía, amplitud de consenso, amplias mayorías, mayor participación social e institucional y un trámite normalizado y relajado en su elaboración y aprobación. Pero lejos de estas recomendaciones, la Ley se ha aprobado con la mitad en contra de los miembros del Congreso, en contra del Senado y en contra también de la opinión mayoritaria de los españoles, así como censurada también por los servicios legales de la Comisión de Justicia del Congreso, del Senado, y, recientemente, con un informe negativo emitido por el Consejo General del Poder Judicial.

¿No hay nadie cercano que le haga ver la realidad a Sánchez, que le diga que no merece la pena tanta crispación, tensión y enfrentamiento por un sillón presidencial, que ese no es el camino, que sea coherente con sus opiniones y compromisos?

La gente quiere estabilidad, seguridad, tranquilidad y sosiego, que los políticos resuelvan sus problemas y no que los acrecienten, y eso puede conseguirse y ha venido consiguiéndose desde la transición con políticas centralizadas, con acuerdos de grandes mayorías, de mayorías estables. 

Mientras tanto, millones de catalanes no independentistas permanecen prudentes y callados, ajenos a la confrontación, que quieren vivir en paz y sin enfrentamientos. Pero se siente intranquilos y amenazados ante un futuro incierto, mientras los que perturban su paz ríen felices y se abrazan amenazantes, protegidos y apoyados por el gobierno, un gobierno que debe velar por la seguridad e intereses de todos los españoles.

Sánchez debería conocer y recapacitar sobre aquella cita atribuida a Eurípides que decía: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».

Chove, marzo de 2024

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