Prólogo de Manuel Tirado Pedrogosa

Esta obra que tienes en tus manos, estimado lector, ha sido escrita por José Guzmán Flores, Chove. Su autor, nacido en Montefrío en 1952, ha desarrollado una intensa y prolífica vida cultural y política. Ha cursado estudios de Magisterio y Psicología en la Universidad de Granada. Como maestro ha ejercido en varios centros docentes de Andalucía y ha sido miembro del EOE (Equipo de Orientación Educativa).

La música ha llegado a ser parte importante de su vida, participando ya desde su más tierna infancia en la banda municipal de Montefrío y dirigiendo la banda de cornetas, tambores y gaitas (estas últimas incorporadas por su iniciativa), y componiendo varias marchas para ella que a la postre interpretaba.
Ya, en su época universitaria, cursó estudios musicales en los conservatorios de Málaga, Ronda y Granada y formó parte como jefe de voz de tenores del Coro Universitario de esta última ciudad. Su interés musical le llevó a publicar en 2014 “La Candelaria y el Carnaval Montefrieños” y, en 2015, un CD con selección de coplas recopiladas e incluidas en el libro anteriormente mencionado.

El interés por la mejora de su pueblo, así como por su provincia le impulsó a participar activamente en la vida política ejerciendo como Teniente de Alcalde en el Ayuntamiento de Montefrío, Diputado Provincial de Granada y Coordinador de la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en Granada.

En el ámbito literario ejerció como corresponsal del “Diario de Granada” en Montefrío publicando artículos en revistas y en prensa. En año 2010 publicó su libro “Montefrío, Historia y Vida de sus Gentes, años 50 y 60”, en el año 2011 “Montefrío, Temperatura, Pluviometría y Usos del Agua”, en 2022 “Los Canteros en la iglesia de la Encarnación de Montefrío” y en el año actual 2024 “Orientación e iluminación de la iglesia de la Encarnación de Montefrío” que hoy ve la luz.

Analizada brevemente su trayectoria cultural y política, estoy convencido de que a José Guzmán Flores se le puede aplicar la frase del comediógrafo romano Terencio que resume un ideal de humanismo y que dice “soy hombre y nada de lo humano es ajeno a mí”.

En lo tocante a su obra “Orientación e iluminación de la Iglesia de la Encarnación de Montefrío” que prologamos, su autor hace un estudio diacrónico sobre cómo estos conceptos se han llevado a cabo a lo largo de las distintas culturas y civilizaciones: los dólmenes, arquitectura egipcia, griega, romana, los mayas y el cristianismo, aportando al mismo tiempo las tesis y argumentos arquitectónicos de Vitrubio y
los santos padres de la iglesia, como San Agustín, Tomas de Aquino, Orígenes etc. En suma, se llega a la conclusión de que en la iglesia cristiana los edificios religiosos están orientados de este-oeste aludiendo asimismo al gran simbolismo que los impregna. El este es el punto cardinal donde nace el sol. No en vano en el primer día de la creación, según el Génesis, Dios dijo: “fiat lux et lux facta est” —hágase la luz
y la luz fue hecha—. Dios creó la luz para disipar la oscuridad y el caos sobre toda la tierra. El templo se concibe y se proyecta así para recibir la luz divina, la luz nutricia, bendita y bienhechora que viene de Cristo, lux mundi, y que da vida todas las cosas. Desde esta perspectiva, la importancia de la luz no solo influye en la orientación del espacio arquitectónico sino que influye también en los estados emocionales de sus ocupantes. Con la luz y la sombra se interviene también en la mente humana para invocar un sentido de divinidad y de espiritualidad en el edificio religioso.

En lo que respecta a la Encarnación, proyectada hacia al oeste, el autor da una explicación basándose en la orientación e iluminación de la iglesia. Compara la iluminación con el Panteón de Agripa en Roma y, aunque con orientación distinta, la pretensión es similar a la del Panteón. Concluye que la configuración
de la iluminación de la iglesia de La Encarnación mediante cinco ventanales semicirculares en su alrededor hace que la luz penetre en su interior iluminándola desde la mañana hasta la tarde. Las hermosas vidrieras con escenas bíblicas, que circundan la iglesia, potencian su luminosidad.

Estas vidrieras policromadas ofrecen, a mi humilde juicio, una luminosidad comparable a la que en el relato bíblico del diluvio universal el arco iris con su caleidoscopio de colores ofreció a un mundo sumido en las tinieblas y la oscuridad.

Concluye el autor que el diseño de la iglesia y la orientación de la misma para proyectarse a través de sus ventanales sobre fieles, altares y capillas y, principalmente, sobre el Altar Mayor cumple con la tradición del cristianismo antiguo.

La obra está salpicada de hermosas imágenes de iglesias, de vidrieras que desde mi punto de vista tienen un doble valor: por un lado, sirven para ilustrar la tesis de su autor y, por otro, para arrobarnos con su belleza y disfrutar de su valor artístico y arquitectónico.

Estoy convencido, estimado lector, que la lectura de esta obra te proporcionará un gran gozo y un gran deleite.

Manuel J. Tirado Pedregosa
Profesor y amigo del autor