Amnistía al Procés

No en mi nombre

Los resultados de las elecciones generales del pasado 23 de julio dejaron ver con claridad meridiana la voluntad de la ciudadanía. Yo los interpreto como una decisión popular de ingeniería política; una decisión salomónica. Parece como si el pueblo, conocedor de la incapacidad y la falta de voluntad de los dos grandes partidos para relacionarse y ponerse de acuerdo, buscara con su decisión una manera de obligarlos a entenderse, para que se centren en sus responsabilidades como gestores de lo público y den respuesta a las verdaderas necesidades y problemas de la ciudadanía en general. Pero, ni aun así, los políticos hacen oídos sordos al pueblo.

Al partido Popular le ha dado la mayoría de los escaños, 137 en el Congreso y 120 en el Senado. Y al Partido Socialista, 121 en el Congreso y 72 en el Senado.

El PP ha ganado claramente las elecciones, con 16 escaños más que el PSOE en el Congreso y 48 más en el Senado, mayoría absoluta en este último. Y, es más, como decía Javier Lambán (expresidente socialista de Aragón), no existe mayoría progresista en el Congreso, hay mayoría absoluta conservadora (PP, VOX, PNV, JUNTS, UPN, CCA), 184 diputados, y mayoría absoluta también conservadora en el Senado con 127 senadores (PP, PNV, UPN, JUNTS, A.H.I.) 

Pero, con estos resultados obtenidos, el PP no consigue la investidura, y el PSOE tiene que apoyarse en extremistas, independentistas y proetarras para conseguir el gobierno; un dislate contra natura. ¿Merece la pena este camino tan dificultoso, peligroso, arriesgado y de graves consecuencias? De sentido común, en mi opinión, hubiera sido dejar gobernar al partido más votado en las elecciones, al ganador, que no quiere decir apoyarlo, para iniciar cuanto antes el trabajo de gobernanza y darle respuesta a las necesidades de los ciudadanos. No hay que hacer cábalas ni malabarismos, ni rebuscar votos bajo las piedras exponiendo al país y a la ciudadanía a esta situación de enfrentamiento, de estrés y tensión. No se deben utilizar fórmulas de inmoralidad política y dudosa legalidad para conseguir el poder a cualquier precio.

Ante esta coyuntura tan especial, ¿por qué no se tiene altura de miras, intereses de estado? ¿por qué no se sigue la voluntad de los votantes con naturalidad? PP y PSOE suman cerca de 16 millones de votos, es decir, el 64,75% de los electores, con los que podrían ponerse de acuerdo en conseguir un gobierno con respaldo que se centre en los problemas importantes de la ciudadanía. ¿Por qué prestar tanta atención y protagonismo a los independentistas y proetarras que suman entre todos juntos el 5,47% de los votos (ERC, JUNTS, BILDU, BNG)? ¿Por qué someternos a los designios de esas minorías, que, además, rechazan la constitución y les importa un bledo España? Sería preferible convocar nuevas elecciones y que el pueblo decidiera ante los actuales cambios y propuestas de tanta importancia para España.

Si a Sánchez no le hicieran falta esos votos no estaríamos hablando de Puigdemont ni de Junqueras ni de Otegi ni de amnistía.

Opino que Pedro Sánchez no debería optar a la investidura después de haber perdido claramente las elecciones, y después de haber mentido o errado una vez tras otra a la vista de todo el mundo. Porque sus contradicciones, mentiras y equivocaciones son conocidas a nivel mundial y comprobables en las hemerotecas.

La ciudadanía no da crédito a tanto agravio ni a los acontecimientos y las noticias de última hora sobre la amnistía. Sin embargo, Sánchez pretende normalizar sus actuaciones. ¿Merece la pena seguir en el poder renunciando a principios, faltando a la palabra, a promesas, cambiando de opinión frecuentemente y soportando humillaciones indecibles?

No es creíble el recurso argumental del gobierno de que todo se hace por la normalización y pacificación de Cataluña. ¿No se dijo ya que “el proceso independentista se había acabado”, “que el “proces estaba enterrado”?

Los independentistas están menos activos en los últimos años porque temen a la cárcel. La cárcel es la clave de su cambio de actitud, no la política de Sánchez. Mantienen los mismos objetivos que antes, el mismo fin, y lo manifiestan repitiendo una y otra vez que no se arrepienten de lo hecho, que lo volverán a hacer. Pero han cambiado de estrategia para evitar el sufrimiento y la privación de libertad. Aprovechando que Sánchez necesita sus votos, ellos están desbrozando el camino para que la próxima vez no haya consecuencias gravosas económicas ni de prisión por sus actos. Y cada vez progresan más en sus objetivos. De esta forma, mientras que Pedro Sánchez disfruta del poder ellos consiguen la privación de la cárcel mediante los indultos, la derogación de los delitos de rebelión y sedición y la rebaja de la malversación.

Y actualmente nos encontramos ante la aprobación inminente de una “Proposición de Ley” de amnistía. Un procedimiento que elude la consulta al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), para así allanar el camino y conseguir su aprobación por la vía rápida, sin que nada ni nadie entorpezca las exigencias de Puigdemont como pago para conceder sus votos a la investidura. ¿Dónde está la igualdad ante la ley de los españoles? ¿Ahora es el Estado culpable y los golpistas independentistas inocentes?

Pedro Sánchez consigue el gobierno, y Puigdemont se libra de la cárcel, vuelve a España para presentarse a las elecciones en Cataluña y tiene el camino libre para volver a las andadas sin consecuencias.

No habrá leyes que castiguen sus fechorías ni a él ni a ninguno de sus seguidores, porque el camino estará expedito para todos, y Sánchez ya no estará en la política. Pero las consecuencias permanecerán para la ciudadanía durante largo tiempo.  

Para ampliar la información sobre las pretensiones de Pedro Sánchez os remito al siguiente enlace http://chove.hol.es/web/?p=775

Chove, Granada, noviembre de 2023

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